Pablo vive con tristeza que el pueblo de Israel que, «a ellos pertenecen el don de la filiación adoptiva, la gloria, las alianzas, el don de la ley, el culto y las promesas; suyos son los patriarcas», no ha sabido seguir fielmente al hijo de Dios. Seguramente que nosotros conocemos personas que, a pesar de que lo han tenido todo para seguir fieles a la fe, la han abandonado.
Roguemos que Dios, que es rico en misericordia, no los abandone nunca.