Fíjate bien en eso que Pablo nos dice: «Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos». Tú, ¿qué vives? ¿Para quién vives?
Señor, que con tu abrazo me has sacado de la muerte, que yo sepa abrazarme a tu vida.