Hoy, Abraham, nos es presentado como el intercesor, ante la cólera de Dios, por los pecados y el desenfreno de Sodoma y Gomorra: nombres que han llegado a ser míticos para señalar un modelo de depravación. A veces tenemos la tendencia de ponernos, no en la actitud de Abraham, sino en la que parece propia de Dios que está enfadado, como si estuviéramos más cercanos a exigir venganza. ¿Cuántas veces te has puesto a interceder por los pecadores?