Jerusalén, (la referencia que tenía todo creyente, en los tiempos en los que el pueblo de Israel se sentía especialmente agobiado debido al exilio, o por la falta de resultados visibles en su asentamiento como pueblo) es vista como una madre, «mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes». En nuestros tiempos, ¿podríamos ver la Iglesia, como Jerusalén lo era para los israelitas? Para que la tengas como madre, ¿qué echas de menos? ¿En qué ves que se comporta y la tienes como madre?
Señor, que siempre, en tu Iglesia, sepa encontrar palabras de consuelo y alimento para la vivencia gozosa de mi fe.