Hoy, día 20 de agosto, celebramos la festividad de: san Bernardo de Claraval, abad y doctor de la Iglesia; y la del profeta Samuel.
San Bernardo de Claraval, abad y doctor de la Iglesia
Considerado el hombre de mayor importancia religiosa y política del siglo XII, se le tiene como el último de los Padres de la Iglesia y la síntesis del ideal monástico y caballeresco.
Nació en Dijon (Francia) hacia 1090. Ingresó, con unos 22 años, en el nuevo monasterio de Cîteaux, casa madre de la orden del Císter fundada quince años antes, acompañado de treinta familiares y amigos. Su carácter y su inteligencia lo hicieron destacar pronto, y con solo 25 años fue enviado a fundar un nuevo monasterio cisterciense en Claraval, un lugar inhóspito de Borgoña. Para Bernardo, el Císter representaba el retorno a los principios monásticos de sencillez. Escribió cientos de sermones, cartas y tratados, siendo especialmente conocidos los dedicados a la Virgen María.
Para él, la vida monástica debía basarse en el trabajo, la contemplación y la oración, teniendo siempre como referentes a Jesús y María. Sobre Cristo afirmaba: “Cuando discutes o hablas, nada tiene sabor para mí si no escucho resonar el nombre de Jesús”. Y sobre María enseñaba: “En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres, piensa en María, invoca a María. Que no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para obtener la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida”.
Bernardo cantó el amor de Dios por el hombre y el amor del hombre por Dios: “¿Quieres saber por qué y cómo hemos de amar a Dios? Te lo diré. El motivo de amar a Dios es Dios mismo, y la medida de este amor es amarlo sin medida”.
Fue una figura clave del siglo XII: intervino en la aprobación de la Regla de los Templarios, trabajó por poner fin al cisma de Anacleto, combatió los errores de Abelardo, se enfrentó a la herejía cátara y predicó la Segunda Cruzada.
Murió en Claraval el 20 de agosto de 1153 y fue canonizado en 1174. Por el conjunto de sus escritos y su obra restauradora del monaquismo, fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1830, con el título de Doctor Meliflu, el último de los Padres de la Iglesia.
San Samuel, profeta del Antiguo Testamento
Su historia, narrada en los dos libros bíblicos que llevan su nombre, comienza como un don de Dios a su madre estéril, que lo recibió con palabras de alabanza que inspirarían después el Magníficat de María. Llamado por Dios desde joven, fue el primer profeta y el último juez de Israel, siempre dispuesto a cumplir la misión que Dios le encomendara y actuando como su portavoz ante el pueblo y sus dirigentes.
Samuel abrió, no sin dudas, el camino a la monarquía ungiendo a Saúl como rey. Sin embargo, ante la infidelidad de este, Dios le mandó ungir a un nuevo rey: David, iniciador de la dinastía de la que surgiría el Mesías.