Hoy, día 2 de junio, celebramos la festividad de: los santos mártires Marcelino y Pedro; Germán, Paulino, Justo y Sicio; san Erasmo (o Elmo), obispo y mártir; y san Nicéforo, Patriarca de Constantinopla.
San Marcelino y san Pedro, mártires
Fueron dos mártires romanos que se encuentran en el canon romano de la Misa. Ambos dieron testimonio del Evangelio, muriendo decapitados durante la persecución de Diocleciano hacia el año 303. El segundo de los cuatro edictos con los que Diocleciano planificó eliminar a los cristianos imponía, en particular, la prisión de obispos, presbíteros y diáconos, muchos de los cuales fueron ejecutados, ya que los tribunales podían aplicar la pena capital.
El presbítero Marcelino acabó en prisión, donde se negó a renegar de la fe, y allí conoció a Pedro, un exorcista. Ambos anunciaron a Cristo y muchos se convirtieron pidiendo el bautismo, lo que provocó que fueran sometidos a torturas y trasladados a un bosque llamado “selva negra”. Allí fueron obligados a cavar su propia tumba en el lugar más escondido del bosque para intentar borrar su rastro, y finalmente fueron decapitados. Según la ley, se había hecho justicia. Pero el verdugo se convirtió por su testimonio y reveló el lugar donde habían sido enterrados; finalmente fueron trasladados a un cementerio sobre el que más tarde se edificó una iglesia.
Germán, Paulino, Justo y Sicio, mártires
Según una antigua tradición, Germán, Paulino, Justo y Sicio fueron cuatro cristianos a quienes, en la época medieval, se les atribuyó como lugar de martirio la ciudad de Gerona, durante las persecuciones del Imperio romano. Allí fueron venerados como los Cuatro Santos Mártires de Gerona, en la capilla de los Santos Mártires de la catedral, donde se conserva un sepulcro gótico coronado por cuatro cabezas de madera del siglo XVII.
San Erasmo de Antioquía (san Elmo), obispo y mártir
Fue un mártir del siglo IV originario de Antioquía. Se sabe que ya era obispo durante las persecuciones de Diocleciano, de las cuales logró huir. Se estableció en la región balcánica de Iliria y aprovechó su exilio para evangelizar aquellas tierras. Ya con Maximiano en el poder, fue arrestado de nuevo en la región vecina de Panonia y sometido a crueles tormentos.
Tiempo después, en la Edad Media, fue considerado patrón de navegantes y marineros, y su nombre fue transformándose popularmente. Este patronazgo se debe al hecho de que nuestro santo predicaba incluso cuando un rayo cayó junto a él. Las descargas eléctricas en los mástiles de los barcos, conocidas como “fuego de San Elmo”, son consideradas como señal de protección para los marineros. Progresivamente, su patronazgo fue sustituido por el de la Virgen del Carmen o el de San Pedro. También se le invoca contra el dolor de estómago, ya que, según la leyenda, sus verdugos utilizaron sus intestinos para torturarlo y finalmente fue hervido en una olla con aceite hirviendo. Iconográficamente, se lo representa con vestiduras episcopales sosteniendo un barco en la mano.
San Nicéforo, patriarca de Constantinopla
Nació en Constantinopla en el seno de una familia al servicio del emperador a mediados del siglo VIII. Él mismo fue jefe del gabinete imperial y, bajo la emperatriz Irene, formó parte del sínodo del año 787 como comisionado imperial. Fue elegido patriarca de Constantinopla en el año 806, donde puso su autoridad al servicio de la doctrina sobre las imágenes promulgada en Nicea por el VII Concilio Ecuménico.
Es autor de varios escritos apologéticos en rechazo de la iconoclasia y también de una especie de historia universal desde Adán y Eva hasta su tiempo. Al final de su vida fue exiliado y se retiró a un monasterio del Bósforo que él mismo fundó, donde finalmente durmió en el Señor en el año 828. Unos veinte años más tarde, sus restos fueron trasladados a Constantinopla.