Babel es el signo de la ambición desmedida de los hombres, por eso dice: «Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo». Llegar hasta el cielo, es como decir, queremos ser como Dios. Éste es, pues, el pecado de fondo de la torre de Babel. Y la ambición es lo que nos hace incapaces de entendernos. Mira a tu alrededor, mírate ti mismo, ¿el dominio que ejerces ha ocupado el lugar de Dios?
Señor, que mi relación con los demás y contigo, no esté motivada por la ambición de dominio.