Hoy, día 19 de marzo, celebramos la festividad de san José, esposo de la Virgen María.
El evangelio de Mateo, especialmente, resalta las profecías mesiánicas que se cumplieron a través del papel de san José. Descendiente de David, auténtico heredero de la fe de Abraham, este hombre justo se pone al frente de la Sagrada Familia, velando como un padre por Jesús y su Madre. Su grandeza, al igual que la de María, destaca aún más porque su misión se desarrolló con gran humildad en la vida de Nazaret, trabajando como carpintero. Además, Dios mismo, en la persona de su Hijo encarnado, eligió este camino y estilo de vida en su existencia terrena.
Jesús fue creciendo, trabajando y haciéndose hombre junto a José de Nazaret. Probablemente, con él iría de casa en casa realizando encargos de carpintería. Con él sudaría mientras usaba las herramientas de carpintero. Con él bajaría a Cafarnaún, la capital de la zona, para comprar materiales, informarse de novedades y ampliar horizontes. Con él iría cada sábado a rezar a la sinagoga y, anualmente, por Pascua a Jerusalén.
Probablemente, murió antes de la vida pública de Jesús. Podemos imaginar la escena de san José muriendo en brazos de María y de Jesús: sin duda, la mejor compañía. Por ello, se le considera el “patrón de la buena muerte”.
San José se ha convertido en uno de los santos más celebrados de la cristiandad. A partir del siglo IX, y sobre todo entre los siglos XIV y XV, se generalizó el culto al esposo de María. A partir del siglo XVII, comenzó a ser una festividad muy popular en Cataluña y se convirtió en el día en que se realizaba la crema de san José, la crema quemada. Fue declarado patrón de la Iglesia universal en 1870 y, en 1955, se instituyó la festividad de san José Obrero, que se celebra cada 1 de mayo. El día de hoy es también el Día del Padre, dedicado a su figura. Y en Valencia, a medianoche, tiene lugar la «cremà» de las Fallas.
Durante los primeros siglos de la era cristiana, se escribieron los denominados escritos apócrifos que, con fe, buena voluntad y cierta fantasía, pretendían “completar” lo que no decían los evangelios. En ellos se encuentra la narración de la elección de José como esposo de María: María había hecho voto de virginidad, y cuando se acercaba la edad de la menstruación, no podía permanecer en el Templo porque causaría impureza en el lugar. Por ello, los sacerdotes decidieron convocar a los descendientes solteros o viudos de David para elegir a aquel que Dios señalaría como custodio de María. La vara de José floreció y una paloma descendió del cielo y se posó sobre ella. Este es el origen de la costumbre de representar iconográficamente a nuestro santo con una vara florida.