Hoy la palabra del Génesis va dirigida a los que, aun creyendo, se sienten desanimados, cansados, desesperanzados, es decir, están viviendo en una gran oscuridad. Abrahán, el padre de los creyentes, tiene motivos para pensar que su esperanza se había casi agotado: era viejo, su mujer Sara era estéril, y, por tanto, todo lo que tenía pasaría a manos de alguien que fuera su descendiente, su futuro era oscuro. Dios le dice que su descendencia, a pesar de su oscuridad, sería tan grande como las estrellas del cielo. «Abrahán creyó en el Señor y el Señor se lo tuvo en cuenta para darle una justa recompensa». Y como todos sabemos, así fue. ¿Tu esperanza de creyente vive el desánimo, el cansancio, la desesperanza? A pesar de todo, ¿me fio de Dios?
Señor, ilumina mis momentos de oscuridad.