Un doble sentimiento puede surgir de la lectura de hoy. Por un lado, la maternidad de María por medio del poder de Dios: «Quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso»; y por otra, la conciencia de que, en la comunidad de creyentes, la Iglesia, puede vivir en profundidad hasta el punto de poder decir lo grande que es la experiencia de Dios en su seno, que le permitirá mostrarlo a todo el mundo. Tan consciente de ello es que incluso puede hacer suyas las últimas palabras dirigidas a ella, esposa y madre: «Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz – dice el Señor que te quiere.»
Gracias Señor porque nos amas como un marido ama a su esposa. Que María sea el ejemplo que nunca olvidemos.