Hoy, día 14 de enero, celebramos la festividad: del profeta Malaquias; de san Juan de Ribera, obispo; y la de san Félix de Nola, presbítero.
El profeta Malaquias, hacia el siglo V aC, anunció la era mesiánica, preparada por el anuncio del Precursor del que restablecería un culto sincero, que culminaría con el sacrificio perfecto ofrecido por todas las naciones.
Juan de Ribera nació en Sevilla en 1532 en el seno de una familia noble. Desde pequeño fue orientado hacia la investigación eclesiástica. Estudió en Salamanca de donde salió convencido de la importancia de la aplicación del concilio de Trento. Obispo de Badajoz, a treinta años, se convirtió en arzobispo de Valencia, donde desplegó una gran actividad pastoral. Es el fundador del famoso colegio del Corpus Christi. En los últimos años de su vida, fue también virrey de Valencia y ante el problema de los falsos conversos, propugna la expulsión de los moriscos. Hombre austero y con fama de santo, murió en 1611.
De Félix de Nola, las pocas noticias que tenemos las esposa san Pauli de Nola en los poemas que le dedicó, escritos entre 395 y 409. También escribieron sobre él: Beda el Venerable, Agustín de Hipona y Gregorio de Tours. El papa san Damas I le dedicó un poema. Según ellos, Feliu, nació en Nola (Campania) en el siglo III, hijo de un rico sirio, que había ido a Italia por cuestiones de trabajo. Consagrado sacerdote ofreció su ayuda al obispo de Nola, Máximo. Su existencia está llena de numerosos sufrimientos. Durante las persecuciones de los cristianos, fue encarcelado y rehusó al cargo de obispo, prefiriendo continuar como presbítero su misión evangelizadora. Pasó el resto de su vida, viviendo en la pobreza absoluta. Su canonización es antigua.