Hoy, día 13 de septiembre, celebramos la festividad de san Juan Crisóstomo, obispo y doctor.
Nacido en Antioquía hacia el 350, de joven recibió una buena formación humanística y cristiana. Bautizado de adulto, durante 6 años llevó una vida eremítica en una cueva, y posteriormente entró a formar parte del clero de Antioquia donde se convirtió en el brazo derecho del obispo Flaviano.
En esa época excelió como predicador, y se ubica entre los Padres más prolíficos de la iglesia. En 397, a la muerte del Patriarca de Constantinopla, fue elegido sucesor. Con gran talento práctico y organizadores, supo estar por encima de las intrigas de la ciudad imperial, y con su actitud justa y coherente, se ganó enemigos poderosos. Por sus críticas a los cargos políticos y eclesiásticos, y la claridad de sus homilías, le obligaron a un primer exilio en el año 403, y al año siguiente comenzó la persecución de él y de sus seguidores llamados “joanistas” “.
El año 407 es exiliado de nuevo, en este caso en Cucusa, Armenia, donde murió al año siguiente. Poco después su figura fue rehabilitada y los restos volvieron a Constantinopla. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 451.