Hoy, día 12 de octubre, celebramos la festividad de Nuestra Señora del Pilar, y la de san Serafín de Montegranaro (Félix de Nicola), religioso.
Según una piadosa tradición, la Virgen María se apareció en Zaragoza, a orillas del río Ebro, sobre una columna o pilar, en el apóstol Santiago, para confortarlo en su acción evangelizadora. Esta tradición nace a partir de la iglesia que, con el nombre de Santa María la Mayor, existía junto al río Ebro, ya de muy antiguo (al menos desde los tiempos de los obispos Brauli y Taió, en el siglo siete). La leyenda quiere hacer llegar el origen del santuario de Zaragoza, en los inicios mismos del cristianismo. Pero es a partir de la época moderna que el Pilar se convierte en el principal santuario mariano de la Península Ibérica, y signo de la presencia amorosa de María, siempre cercana al pueblo cristiano. En el lugar de esa antigua iglesia se alza actualmente, el gran santuario de la Virgen del Pilar, permanente centro de fe y de devoción.
Félix de Nicola, nació en Montegranaro, Italia, en 1540. Hijo de una familia muy humilde, a la muerte de sus padres, su hermano mayor le sometió a malos tratos. En su adolescencia trabajaba de pastor, y en la soledad de las montañas, tenía mucho tiempo para meditar y rezar. A 17 años, entró de novicio en la orden de los Hermanos Menores Capuchinos, donde recibió el nombre de Serafín. Aunque analfabeto, sus consejos eran buscados por dignatarios eclesiásticos y seglares, y fue una fuente continua de virtudes por las almas. Se distinguió por su sencillez afectiva, mortificación y obediencia, así como por su caridad con los pobres, con especial devoción a la Santa Eucaristía y a la Virgen María. Murió el 12 de octubre de 1604 en Ascoli, y fue canonizado en 1767.