Hoy, día 11 de septiembre, celebramos la festividad del beato Buenaventura Gran, religioso; de santa Eugenia, mártir; y de los santos Proto y Jacinto, hermanos mártires.
Beato Buenaventura Gran, religioso
Miguel Bautista Gran nació en 1620 en Riudoms, Tarragona, en el seno de una familia pobre. Aunque deseaba ser religioso, siguió las indicaciones de su padre y, a los 18 años, se casó; pero su esposa murió 16 meses después. Una vez viudo, y tras superar las negativas del provincial franciscano, no se desanimó:
«Vuestra Reverencia hace bien en negarme el santo hábito, porque reconozco que soy indigno de él, como también inútil para los oficios de hermano lego; pero al final, se ha de hacer lo que Dios quiere y tiene dispuesto».
Estas palabras llegaron al corazón del superior, quien abrazó al joven viudo y así nuestro beato ingresó en la orden franciscana del convento de Escornalbou, profesando más tarde como hermano lego en 1641 con el nombre de Buenaventura. En Cataluña vivió en los conventos de Escornalbou, Móra d’Ebre, Figueres y Terrassa.
En 1658 fue enviado a Roma, donde trabajó por un retorno a la espiritualidad franciscana de los orígenes. Con el apoyo del papa Alejandro VII y la ayuda de varios cardenales, fundó los Hermanos Menores Reformados de la provincia romana en el Santo Retiro, con cuatro conventos, entre ellos el de San Buenaventura.
Muy venerado por su santidad tanto por los papas como por el pueblo, murió en Roma en 1684. Fue beatificado en 1909 y sus restos se conservan en Riudoms desde que fueron trasladados desde Roma en 1972.
Santa Eugenia, mártir
Es una mártir de mediados del siglo III. Su culto estuvo muy extendido desde los primeros siglos. Según la tradición, Eugenia era hija de Felipe, prefecto de Alejandría, y fue educada en filosofía. Sus esclavos Proto y Jacinto le dieron a leer las cartas de san Pablo, y así se convirtió a la fe de Cristo.
Deseando conservar su virginidad, y sabiendo que su padre quería casarla, huyó de casa vestida de hombre junto a sus dos esclavos. Se refugió en un monasterio masculino con su falsa identidad, y gracias a su vida virtuosa, fue aceptada como monje y más tarde elegida abad. Acusada falsamente de adulterio por una mujer, en el juicio presidido por su propio padre, se reveló su identidad femenina y fue exonerada.
Al reconocer a su hija, su padre se convirtió al cristianismo y más tarde llegaría a ser obispo de Alejandría y mártir. Posteriormente, Eugenia y su familia se trasladaron a Roma, donde convirtieron a muchos, pero poco después fueron martirizados.
Santos Proto y Jacinto, mártires
Estos dos hermanos eran esclavos eunucos de santa Eugenia y se convirtieron a la fe en Cristo. Dedicados al estudio de las Sagradas Escrituras en un monasterio de Egipto, con el tiempo se trasladaron junto a Eugenia a Roma.
Una vez en la ciudad, durante el reinado del emperador Juliano, fueron detenidos y cruelmente flagelados hasta morir.