Hoy, día 11 de junio, celebramos la festividad de san Bernabé, apóstol, y la de santa María Rosa Molas y Vallvé, virgen.
San Bernabé, apóstol
«Levita, chipriota de nacimiento, hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe», Bernabé perteneció al grupo de los primeros cristianos de Jerusalén. Fue un hombre de espíritu abierto, capaz de sumar, de tender puentes, de valorar las aportaciones, sin miedo a lo nuevo. Tomó a Pablo como compañero en los inicios de la misión entre los paganos en Antioquía; y junto a él acudió más tarde al llamado Concilio de Jerusalén. Posteriormente, se separó del apóstol para unirse a su primo Marcos y regresar a Chipre alrededor del año 49.
Tertuliano le atribuye la Carta a los Hebreos. A partir de entonces, se pierden sus huellas. La tradición dice que predicó y murió lapidado como mártir en Salamina, Chipre. Aunque no pertenecía al grupo de los Doce, Bernabé, al igual que Pablo, recibe el título de apóstol.
Santa María Rosa Molas y Vallvé, virgen
Nació en Reus en el año 1815. Desde joven demostró una sensibilidad especial por el sufrimiento humano. Su actitud contemplativa le dio fuerzas para dedicarse a consolar a los más desfavorecidos.
Impulsada por este sentimiento, en 1841 ingresó en una corporación de mujeres piadosas que dirigían el hospital de Reus. Era inexplicable verla siempre bondadosa, afable y afectuosa, con una superioridad de espíritu envidiable. Tiempo después se trasladó a Tortosa, donde en 1857, junto con otras compañeras, fundó la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación para asistir a las personas afligidas, ayudándolas en cualquier necesidad, especialmente a los niños más abandonados, que eran «la niña de sus ojos». Se durmió en el Señor en Tortosa el once de junio del año 1876. Fue canonizada en 1988.