Hoy, 10 de diciembre, celebramos la festividad de: santa Eulalia de Mérida, virgen y mártir; la dedicación de la catedral de Tarrasa; y la Virgen de Loreto.
Eulalia, una joven de Mérida del siglo III, está representada en la procesión de vírgenes de la basílica de San Apolinar Nuevo de Rávena, del siglo VI, un signo de la veneración universal que pronto alcanzó. Es la mártir más conocida de todas las que sufrieron la persecución de Diocleciano en tierras hispánicas. Era una niña de doce años que, según nos dice Prudencio, al no poder soportar el trato que recibían los cristianos, se presentó espontáneamente ante el prefecto para dar testimonio de su fe. El prefecto intentó disuadirla y, al no lograrlo, ordenó que la torturaran y finalmente murió en la hoguera, en el año 304. Sus reliquias fueron trasladadas a Oviedo tras la invasión musulmana.
Sobre la dedicación de la catedral de Terrassa, cabe recordar que dentro de la actual ciudad de Tarrasa, en el año 450 se creó el obispado de Égara, que existió hasta el segundo tercio del siglo IX. El templo de Santa María, en 1113, pasó a ser una canónica agustiniana, cuya titularidad heredó la parroquia del Santo Espíritu, erigida en 1601. Veinte años después ya estaba finalizada la iglesia, que en 1950 fue elevada a basílica, y el 15 de junio de 2004 a catedral, al crearse el nuevo obispado de Tarrasa, separado del de Barcelona.
La advocación mariana a la Virgen de Loreto se originó en el siglo XIII. El santuario que guarda la imagen de la Virgen María en el norte de Italia es un edificio del siglo XIV. En su interior se encuentra la santa Casa de Nazaret, donde, según la tradición católica, la Virgen María recibió la Anunciación, y que fue transportada por los ángeles el 10 de diciembre de 1294. Desde entonces, Loreto se ha convertido en un extraordinario centro de peregrinación.