Hoy, día 1 de diciembre, celebramos la festividad de san Carlos de Foucald; de san Eloy, obispo; y la de Nahum, profeta del Antiguo Testamento.
San Carlos de Foucald
Nacido en 1858 en Estrasburgo. Se convirtió en un joven francés, rico y aristocrático, que había perdido a sus padres y la fe durante la adolescencia; era un joven cadete militar con una vida muy libre, alejada de Dios. Tras graduarse, se embarca en una misión militar en Argelia y allí, en el silencio del desierto, entre los nómadas, comienza a rezar. Al regresar a Francia, y a raíz de la muerte de su hermana Marie y de lecturas espirituales, se convierte, entra en la Trapa y después de ser ordenado, siente el llamado a volver al desierto argelino, donde vive una vida sencilla y austera como ermitaño entre los tuareg. Se convierte en un testigo silencioso de Cristo mediante la presencia del sacramento de la Eucaristía y acercándose a sus hermanos más abandonados: “no con palabras, sino con la presencia del Santísimo Sacramento, con la oración y la penitencia, y con el amor fraterno y universal”, porque “toda nuestra existencia debería proclamar el Evangelio”. Los locales lo llamaban “el hermano blanco”, y él insistía en tratar a todos como hermanos e iguales. Fue asesinado por unos bandidos el 1 de diciembre de 1916. Fue canonizado en 2022.
Pocos años después de su muerte nacerían los Hermanitos del Sagrado Corazón y las Hermanitas de Jesús, que continúan su camino espiritual en todo el mundo, con los más pobres entre los pobres.
San Eloy (Eligi), obispo de Noyon
Nació en el año 588 en Chaptelat, Limousin, en el centro de la Galia franca. Se formó como orfebre, y cuando le pidieron que realizara un trono de oro para el rey Clodoveo II, con el oro sobrante hizo otro igual sin guardarse nada para sí: este gesto de honestidad, extraordinario en aquella época, le valió la confianza del rey y de su sucesor Dagoberto I; ejerció como orfebre real, funcionario de la Tesorería real y consejero en la corte. Hombre de gran caridad, visitaba enfermos, rescataba cautivos pagando sus rescates, daba limosnas a los pobres. A pesar de ser laico, vivía con gran austeridad y vida de oración: “trabaja con las manos, pero ten el corazón en Dios”. En su oficio de orfebre contribuyó a la edificación y ornamentación de monasterios e iglesias. Fundó el monasterio benedictino de Solignac (c. 631), y en su casa de París, el primer monasterio femenino de la ciudad, que confió a santa Aurea. A la muerte de Dagoberto, dejó la corte y pronto fue ordenado sacerdote y, el mismo día, consagrado obispo de Noyon y Tournai. Evangelizó amplias zonas de Flandes y del norte de la Galia, convirtiendo a un gran número de germánicos al cristianismo. Murió el 1 de diciembre de 660, exhortando antes de morir a sus colaboradores: “vivid unidos como hermanos, amad a los unos a los otros, practicad la caridad”.
En los Países Catalanes, el patrocinio de san Eloy para los orfebres se extendió en la Edad Media, especialmente entre quienes practicaban oficios del metal: herreros, metalúrgicos, ferreteros, herradores de caballos, etc. Entre las numerosas capillas que le fueron dedicadas, destaca la ermita de San Eloy, en Tárrega. Murió en Noyon, Isla de Francia, en el año 660.
San Nahum, profeta del Antiguo Testamento
Es uno de los doce profetas menores de la Biblia hebrea, autor del breve libro homónimo, de solo tres capítulos. Ejerció su misión en el siglo VII antes de la era cristiana. Afirma el carácter de Dios: resalta su justicia mostrándolo como un juez poderoso que vence el mal, al mismo tiempo que se convierte en defensa de los oprimidos y refugio para quienes confían en Él: “el Señor es lento para castigar pero muy poderoso” (Nahum 1:3). Utiliza un lenguaje poético, con metáforas e imágenes potentes.

