Hoy, día 14 de noviembre, celebramos la festividad de: san Lorenzo, abad y obispo; y la de san Rufo de Aviñón, obispo.
San Lorenzo O’Toole, abad y obispo
Nació en Irlanda en 1128, en el seno de una noble familia gaélica. Llegó a ser abad de Glendalough y arzobispo de Dublín. Destacó por su austeridad: dormía en el suelo, ayunaba con frecuencia y pasaba largas horas en oración, dando gran importancia a la liturgia y a la dignidad del culto. Legado del papa en Irlanda, reformó la Iglesia de su país, elevando la vida espiritual en medio de las turbulencias de la invasión normanda y la presencia inglesa en la isla.
Cada día recibía de 30 a 60 pobres en su casa episcopal y él mismo los servía. Según la leyenda, no permitía que ningún pobre se marchara con las manos vacías. Un día, un sirviente le dijo que no quedaba nada para dar, pero Lorenzo, sin vacilar, respondió: “Dios proveerá. Abre la despensa y dales lo que encuentres”. Cuando el sirviente fue, encontró la despensa llena, aunque antes estaba vacía. Cuando le recomendaron hacer testamento, dijo: “Dios sabe que no tengo bienes ni dinero, porque todo lo he repartido entre el pueblo. ¡Ay, pueblo mío, quién podrá traerte la paz!”.
Promovió la paz en medio de los problemas políticos de las islas británicas, hasta que en el año 1180, mientras cumplía una misión de paz en Normandía ante el rey de Inglaterra, enfermó y fue acogido en la abadía agustiniana de Eu. Sintiendo cercana su muerte, pidió que lo colocaran sobre ceniza y dijo: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Fue canonizado en 1225.
San Rufo de Aviñón, obispo
Se dice que era originario de Italia y que llevó el cristianismo a Aviñón y sus alrededores, llegando a ser el primer obispo de Aviñón, en la Provenza, en el siglo IV. De él se conserva un gran recuerdo. Siete siglos después, se erigió en la ciudad, con el nombre de San Rufo de Aviñón, un monasterio de canónigos agustinos que, durante los siglos XI y XII, tuvo una notable influencia en el sur de Francia, Cataluña y el norte de Italia.