Hoy, día 13 de junio, celebramos la festividad de san Antonio de Padua, presbítero y doctor; y la de san Aventino, mártir.
San Antonio de Padua, presbítero y doctor de la Iglesia
Se trata de uno de los santos más populares debido a los muchos milagros que se le atribuyen. Nació en Lisboa hacia el año 1192 y fue bautizado con el nombre de Fernando de Bulhoes. Ingresó en la Orden de los Canónigos Regulares de San Agustín, dedicándose a los estudios de teología, pero hacia el año 1220 decidió hacerse franciscano para ir a misiones, tomando el nombre de Antonio para imitar al santo monje anacoreta egipcio. Embarcó hacia Marruecos, pero una enfermedad le impidió predicar allí, y al regresar en barco, una tormenta lo llevó hasta Sicilia.
Luego se dirigió a Asís, donde conoció a san Francisco, y desde allí comenzó una etapa de predicación durante el pontificado de Gregorio IX, uno de los grandes impulsores de las órdenes mendicantes. Sus dotes como predicador fueron reconocidas allá donde ejerció este ministerio, en el sur de Francia y el norte de Italia, donde también convirtió a muchos herejes. Se cree que fue el primer profesor de teología de su orden. Hombre ejemplar en la pobreza, alcanzó en vida fama de milagrero. Buen conocedor de la Sagrada Escritura y con grandes preocupaciones sociales (de donde más tarde surgiría la institución del «pan de los pobres»).
Murió en Padua el 13 de junio del año 1231, sin haber cumplido los cuarenta años, siendo canonizado al año siguiente. Fue declarado Doctor de la Iglesia en 1946 con el título de “Doctor Evangélico” por su celo como predicador. En Padua lo llaman sencillamente “el santo”. Suele ser representado con el hábito franciscano, con el Niño Jesús en brazos y, a menudo, con un lirio, símbolo de pureza y castidad.
Uno de los milagros legendarios que se le atribuyen ocurrió cuando, al no poder predicar en las iglesias porque estaban vacías debido a que la ciudad de Rímini estaba controlada por herejes, se dirigió al mar y dijo: “ya que vosotros mostráis ser indignos de la Palabra de Dios, entonces me dirijo a los peces, para confundir vuestra incredulidad”; y los peces acudieron por centenares para escuchar sus palabras.
Otra leyenda cuenta que poco tiempo después de la muerte del santo en la ciudad de Padua, un niño pequeño cayó en una tina de agua y se ahogó; llena de dolor, la madre acudió al altar del santo y le prometió que, si su hijo revivía, ofrecería a los pobres una cantidad de trigo igual al peso del niño. Al terminar la súplica, vio cómo su hijo volvía a la vida, por lo que cumplió su promesa y la noticia se difundió por la ciudad, y muchos añadieron a sus oraciones ofrendas de pan para los pobres.
San Aventino, mártir
Fue un ermitaño del siglo VIII establecido en los Pirineos, que por un exceso de religiosidad, de vez en cuando abandonaba la soledad y el recogimiento para ir a predicar a los pastores y campesinos paganos. Según la leyenda, un día un oso vino con una espina clavada y nuestro santo se la quitó. Un día se encontró con un grupo de sarracenos ignorantes de la fe de Cristo, que iban de paso hacia Francia, y lo tomaron prisionero; murió martirizado.