Pablo exhorta: «nos acreditamos en todo como ministros de Dios», y añade un poco más abajo: «procedemos con limpieza, ciencia, paciencia y amabilidad; con el Espíritu Santo y con amor sincero». Basta con hacernos dos preguntas: ¿tenemos conciencia de ser servidores de Dios? ¿De qué nos sirven poner en práctica estas actitudes que nos propone Pablo?
Señor, que mi vida lleve a los demás a amarte.