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Domingo de Pentecostés (19 mayo 2024)

Homilía del P. Manel Gasch i Hurios, Abat de Montserrat (19 de mayo de 2024)

Hechos de los Apóstoles 2:1-11 / Gálatas 5:16-25 / Juan 15:26-27; 16:12-15

¿Quién es ese Espíritu Santo? Las lecturas de hoy nos hablan, describiendo su revelación a los apóstoles, describiendo las capacidades y posibilidades que obra en nosotros. El Espíritu Santo es universal y personal. Viene sobre todos, sobre esta comunidad representada precisamente por los apóstoles reunidos con María, pero viene de una manera personalísima, al corazón de cada uno, en nuestra interioridad y en nuestro cuerpo, vigorizándonos por la vida. Precisamente por este carácter del Espíritu que viene sobre todos, quise escuchar a algunos de los que recibirá especialmente hoy su don, el don de este Espíritu. El pasado lunes, queridos hermanos y hermanas, con algunos monjes encargados de la Escolanía quisimos compartir un rato con los escolanes que hoy reciben el sacramento de la confirmación. ¡Ya les dije claramente que mi intención es que me ayudaran a escribir esta homilía! Me dirijo por tanto especialmente a vosotros y a vuestras hermanas y hermano que también reciben hoy la confirmación, pero con la intención de que estas palabras nos recuerden a todos nuestra realidad espiritual, aquella que se nos da por el Espíritu Santo.

Fue un rato muy interesante, por lo menos para mí. Aprendí que el Espíritu Santo es muy “random”. Esto no lo dijeron los escolanes, lo digo yo, pero descubrí que esta palabra inglesa, que significa aleatorio, se ha incorporado al lenguaje de los jóvenes. Uno de los significados de random es “ser impredecible” y le sienta muy bien al Espíritu Santo que tiene ese punto de libertad y de flexibilidad que supera todas las definiciones y previsiones. Sin embargo, otro significado de random que es el de tener poco peso o ser irrelevante, no le corresponde nada al Espíritu Santo, que forma parte de Dios mismo, que está presente en la Creación desde el principio y que ha ayudado toda la humanidad a avanzar y progresar. ¡Y esto tiene mucho peso! El Espíritu Santo tiene grandes contrastes, es muy ligero por su capacidad de estar en todas partes y pesa mucho a la vez por sus efectos sobre nuestra vida.

El Espíritu Santo ha dado a todos los pueblos el conocimiento de Dios, pero esto sólo lo hace a través de cada uno de nosotros. En un momento intrascendente de nuestra tertulia, uno de vosotros, después de una pregunta, que no recuerdo, dijo: “a mí no me mires”. Yo puedo no mirar. Nosotros podemos no mirar, pero nunca le digáis a Dios: “a mí no me mires”, porque Él no puede dejar de mirar. El Espíritu Santo es la mirada de Dios sobre cada uno de nosotros. Una mirada que comienza en el primer momento de nuestra existencia, que después se define de forma cristiana en nuestro bautismo y que hoy se confirma. La confirmación es sencillamente eso que dice su nombre, confirmar algo que ya existe: ser de Cristo por el don del Espíritu Santo. Hacerlo a esta edad vuestra, vosotros que fuisteis bautizados de pequeños, debe tener el sentido de vivir e interiorizar qué significa ser cristianos. Alguno de vosotros colocaba su fe dentro de una relación personal con Dios, con Jesucristo y con la Virgen María. María, como representa bien esta pintura del presbiterio, la penúltima en toda la vida de la Virgen que tenemos representada en esta basílica, es la que preside los apóstoles en Pentecostés. ¡Es bueno que esté presente en nuestro Pentecostés! En Montserrat somos constantemente testigos.

Confirmarse es: “continuar siendo cristianos” según vosotros mismos dijisteis: esto es, seguir a Jesucristo. Seguirlo como nos han enseñado y hacer lo que Él mismo nos pidió que hiciéramos: amarnos unos a otros.

Cuando os preguntamos por qué os confirmabais, alguien dijo: “no hay ninguna razón para no hacerlo”. Esta frase que podría parecer como algo irresponsable, como si no quisiéramos entrar en los motivos de verdad, nos revela en el fondo algo muy interesante. Alguien como vosotros que con 12 o 13 años dice que no hay razón para no confirmarse, está diciendo que ha vivido la vida como cristiano. Que su familia le ha acompañado en su fe, que en un ambiente como la parroquia, la escuela y, muy especialmente para los escolanes y un poco también por sus hermanas, Montserrat y la Escolanía, no han puesto obstáculos sino que han ayudado en este camino cristiano. ¡Es en el fondo muy bonito que vosotros mismos digáis que no hay ninguna razón para no confirmarse!

También alguien dijo por qué: “confirmarse está muy bien”. Por supuesto que está muy bien: siempre que sea un compromiso. El Espíritu Santo nos da la fuerza de ser testigos y nos la renueva en cada sacramento. Ser cristiano es ser mártir, que significa ser testigo. Cada uno debe serlo de la mejor manera: hay muchas porque muchos son los dones que Dios nos hace. La carta que hemos leído del apóstol San Pablo nos exhortaba a no olvidar nunca la importancia de estos dones espirituales, los que os darán y nos darán a todos una forma diferente de vivir, porque nuestro mundo no será sólo el de todas las cosas materiales, sino que debe tener “alguna cosa más”. Quizás la celebración del don del Espíritu Santo para decirlo muy sencillamente debería ser esto: pensar que hay “algo más” de las cosas que habitualmente nos propone esta sociedad que olvida mucho la dimensión espiritual de la persona humana. Los cristianos que somos una creación del Espíritu nunca podemos olvidar esta dimensión, a la que debemos abandonarnos, debemos dejarla que nos inspire, debemos confiar en su capacidad de transformar un mundo injusto, lleno de guerras, lleno de unas diferencias entre pobres y ricos que asustan, escandalosas. Y debemos tener claro que la mayoría de los cambios posibles pasan por nosotros. Quisiéramos juntos que la Iglesia.

Me pedíais que en la homilía os diera un consejo: de una manera muy sencilla os diría esto: pensad siempre que “hay algo más”, y a través de esta idea, dejad entrar la originalidad, la ilusión de vivir, de creer. Mirad a aquellas personas de vuestro entorno que viven como si “hubiera algo más” y procurad imitar todo lo bueno que tienen.

Por “esa cosa más”, a esta diferencia que hace la fe y la vida cristiana os comprometéis ahora, con la renovación de las promesas del bautismo. Si nos fijamos en las dos últimas: diréis que queréis ser imitadores de Jesucristo y que trabajaréis para la salvación de toda la humanidad. Son declaraciones importantes, sobre la fe, sobre cómo queremos estar en el mundo, sobre nuestra actitud. Los compromisos cristianos del bautismo son de por vida. Nunca debemos frustrarnos si nos parece que no llegamos. Dios siempre espera y el Espíritu Santo nunca se retira. Todo es siempre una cuestión de nuestra actitud.

La confirmación os asegura este “alguna cosa más” que llamamos Espíritu Santo, la parte más random de ese Dios que os puede sorprender en cualquier momento.

¡Y espero que después de todo esto, el año que viene, los escolanes que si Dios quiere se confirmarán y que ahora hacéis sexto, también quieran venir a merendar con el abad y los monjes!

 

 

Última actualització: 22 mayo 2024