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San Juan Bautista y Primera Misa (24 de junio de 2023)

Homilía del P. Anton Gordillo, monje de Montserrat (24 de junio de 2023)

Isaías 49:1-6 / Hechos 13:22-26 / Lucas 1:57-66.80

 

Alegría, alegría, alegría

Estimados hermanos y hermanas:

Hoy es un día que invita al gozo y la alegría. Los textos que nos propone hoy la liturgia de esta Eucaristía nos hablan de gozo y luz, celebrando un nacimiento: el de Juan Bautista, el profeta que anunció la inminencia de la venida de Jesucristo, nuestro Salvador como nos recordaba hace un momento san Pablo en la lectura de los Hechos de los Apóstoles. Un nacimiento siempre es motivo de alegría, y en esta ocasión especialmente. La oración del final de la Misa, la oración de postcomunión pide a Dios que “la Iglesia, gozosa por el nacimiento de Juan Bautista, reconozca que aquel que el Precursor anunció, es lo que la ha regenerado“.

También es motivo de alegría el hecho de que estamos en las inmediaciones del solsticio de verano, cuando los días son más largos y las noches más cortas. Especialmente hoy en que tenemos muy presentes todavía los fuegos de San Juan que ayer iluminaban la noche y fueron motivo de fiesta, luz y ruido. Esta noche tan corta (sólo 7 segundos más larga que la más corta del año, la del 21 de junio como leía el otro día en un diario digital). Esta noche tan corta pero querida en el imaginario colectivo mediterráneo y también de la tradición cristiana.

Por el evangelista Lucas sabemos que Zacarías celebra el nacimiento de su hijo Juan, quien señala la línea de una nueva época: se trata de una frontera que separa el Antiguo Testamento del Nuevo, como dice San Agustín. Es el nacimiento del precursor que hace de bisagra entre las promesas escondidas del Antiguo Testamento (mudas como el padre Zacarías), con las del Nuevo (donde a la luz de Jesucristo, los escritos antiguos se abren a un nuevo significado, a una nueva dimensión más llena).

Zacarías, que se alegra del nacimiento de Juan y es plenamente consciente de la intervención divina, estalla de gozo en su cántico, tan amado por los monjes y que se canta en la Liturgia de las horas, estalla en alabanza a Dios anunciando la inminencia del nacimiento de Jesucristo. Y dice: “nos visitará un sol que viene del cielo, para iluminar a quienes viven en la oscuridad, en las sombras de la muerte, y guiar nuestros pasos por caminos de paz”. Un solo que viene del cielo. Si el solsticio de invierno está tocando el nacimiento de Cristo, en el solsticio de verano se sitúa otro nacimiento: el de Juan Bautista.

Hemos oído en el evangelio cómo Isabel y Zacarías dijeron que su hijo debía llamarse Juan, que significa “Dios ha hecho gran misericordia”. Lucas nos recuerda que Dios ha hecho una gran misericordia a unos padres sin descendencia, cosa mal vista en la sociedad judía de aquella época, pero también podemos afirmar que Dios también ha hecho una gran misericordia para con nosotros. Dios no se olvida de nosotros y ya desde los tiempos antiguos va preparando la salvación de la humanidad, de todos los hombres y mujeres, preparando la venida de El Salvador; con el nacimiento de Juan que nos dice que algo grande está a punto de pasar, nos está anunciando y apuntando el significado de la venida de El Salvador, nuestro Salvador. Así, es motivo de alegría que Dios sigue estando junto a todo hombre y toda mujer, para acompañarnos, para amarnos y para que seamos felices. Juan anuncia a este Jesús que ha venido al mundo, no para imponernos una carga pesada, sino para que podamos llegar a ser felices en Dios.

Juanes, Josés y asnos, hay en todas las casas, dice un dicho antiguo catalán (con la variante de Juanes, Antones y asnos). Así es: en todas las casas cristianas existe la posibilidad de que Dios nos haga misericordia, de que nos ayude a cada uno y cada una de nosotros. Pero también es motivo de que nosotros se convierta en un nuevo Juan, una nueva Juana. Y existe la posibilidad de que seamos, como el Bautista, mensajeros de la alegría de lo que significa la Buena Nueva del Evangelio, de que seamos repartidores de sonrisas a nuestro alrededor y de alegría auténtica, porque nace del fondo de nuestro corazón porque nos sentimos amados por Dios y repartimos de este cariño: ésta es la manera de identificarnos como auténticos cristianos, con el mandamiento nuevo que nos dio Jesús: “Tal y como yo os he amado, amaos también vosotros. Por el amor que os tendréis entre vosotros todo el mundo conocerá si sois discípulos míos”. Ciertamente que hay dificultades en la vida, ciertamente que la felicidad está arraigada en la cruz y que debemos poner nuestro esfuerzo, pero nuestra vida tiene un sentido pleno y un sentido de alegría y felicidad si, a pesar de los obstáculos, nuestras debilidades e incoherencias, si somos capaces de intentar amar al modo de Dios.

Para los escolanes también es motivo de alegría: esta semana termina el curso escolar en Cataluña, y al final de esta mañana empezarán sus vacaciones de verano hasta su regreso finales de agosto donde podrán disfrutar de la familia y los amigos. Al finalizar esta celebración tendrá lugar la ceremonia de despedida de los escolanes de segundo: a ellos y a sus familias agradecemos su estancia y el servicio que han hecho aquí en Montserrat.

Y finalmente creo que estos días son también motivo de alegría para la Comunidad de monjes y para la Iglesia en Cataluña por mi ordenación sacerdotal. Y no puedo dejar de agradecer públicamente el apoyo de tantas personas que han hecho posible lo que soy en mi largo itinerario vital: primero mis padres (con mi madre aquí presente), a toda mi familia, a los monjes y también tantos otros amigos y amigas que he tenido el privilegio de conocer y compartir a lo largo de los años, muchos de ellos que se han hecho presentes estos días de diferentes maneras: GRACIAS.

Qué Dios, que siempre va actualizando su misericordia, nos haga avanzar en el sentido auténtico de la felicidad y de la alegría, bien arraigados en Cristo, y que esta alegría exuda por nuestra piel hacia los demás, para intentar construir un mundo mejor tanto para nosotros como para toda la humanidad: porque los cristianos sabemos que “nos visitará un sol que viene del cielo, para iluminar a quienes viven en la oscuridad, en las sombras de la muerte, y guiar nuestros pasos por caminos de paz”.

Que así sea.

 

Última actualització: 27 junio 2023