La sequía ha afectado a todo el país. El profeta Elías ha escuchado al Señor y le pide que se traslade a Sarepta para que allí una viuda lo mantenga. Lo hace así y en la entrada del pueblo encuentra a la viuda y le pide lo que entonces debía ser el valor más precioso: el agua; y cuando la mujer se la iba llevar le pide también de comer; la mujer le confiesa su pobreza extrema; sólo le queda «un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza» para ella y su hijo. Pero la mujer es capaz de confiar en Elías cuando le dice: «antes prepárame con la harina una pequeña torta y tráemela. Para ti y tu hijo lo harás después». La historia de hoy se acaba con este comentario: «Por mucho tiempo la orza de harina no se vació ni la alcuza de aceite se agotó» ¿Qué habrías hecho si te encontraras en el lugar de la viuda? ¿Y por qué no te pones en el lugar de Dios, y tatas de que al menos una persona pobre tenga asegurada la subsistencia de ella y su familia?
Señor, quisiera ser generoso, dame el coraje de serlo como la viuda de Sarepta.